Testimonio de Jesús Menéndez viviendo el proyecto Antyodaya
Jesús Menéndez (Oviedo, 1973) trabajó durante 15 años como directivo de marketing y comunicación. Decidió quitarse la corbata y fundo en 2007 una asociación sin animo de lucro para el entendimiento de culturas: Worldbrand Society. El primer proyecto fue “100 familias indias nos cuentan su historia”. Para desarrollar la investigación estuvo tres años en diferentes partes de la India. En grandes ciudades como Delhi, Bombay y Calcuta , pequeñas aldeas y zonas remotas de la montaña y desiertos. A todos ellos les hacia la misma pregunta: ¿Cuáles son sus tres sueños más importantes?. El fruto de lo que aprendió de estas 100 familias lo relata en el libro “Sueño de India”.
Jesús Menéndez decidió deshacerse de las que consideraba sus tres grandes ataduras: “La de la corbata en el cuello, el reloj en la muñeca y el estrés en mi cabeza”. Por muchos años se sintió libre de verdad. En la India tuvo la oportunidad de aprender, entender y practicar de manera sincera y respetuosa religiones de las que apenas antes había oído hablar. Se relaciono con 100 familias a las que entrevisto y retrato.
Como parte de su proyecto Jesús se convirtió en la sombra del Padre Ravindra de Antyodaya Niketan durante todo un día.
Para mas información sobre Jesús y su proyecto podéis visitar su web: www.100familiasindias.com
Aquí os dejamos su vívido escrito acerca de su experiencia acerca de como es un día cualquiera en Antyodaya Niketan:
El silencio de la noche se hace eco de sonidos de hambre, enfermedad y rezos, una de las combinaciones más repetidas en las áreas más pobres de la India…. Y el frío sigue doliendo.
Podría buscar un lugar donde cobijarme entre piedras y ramas, un hueco donde acoger, con la postura más adecuada, la esperanza de que todo sea diferente el próximo día, pero no soy capaz de encontrar nada pues mis ojos están cerrados desde hace mucho tiempo con la maldición de la ceguera.
De pronto cada uno de los sentidos se distorsiona, mezclando el polvo con el hambre, el frío con el silencio y la razón se nos escapa, escribiendo la realidad de uno de esos "Renglones Torcidos de Dios".
No tiene nombre conocido, aunque le llaman Ravindra, como su actual Padre "adoptivo". Lo encontraron hace un par de meses deambulando por las vías de la estación Delhi Railways Station de la Vieja Delhi y cuando, ayudando a asearle, nos hemos imaginado la realidad de la vida desde su punto de vista, nuestras lágrimas han tomado el sabor más amargo que hemos sentido nunca.
Y así hemos querido empezar nuestro reportaje pues no hay mejor manera de que vivas con nosotros no sólo lo que hemos visto sino lo que hemos sentido acompañando durante toda una jornada a un hombre que ejemplifica de la más admirable de las maneras esas palabras que todavía todos recordamos. Fe, Esperanza y Caridad.
El Padre Ravindra, como aquí le llaman todos nació en Pune en el año 1957 y ha dedicado toda su vida, como cristiano, a ayudar a los más necesitados. Las personas a las que entrega su vida en cuerpo y espíritu son de todo tipo de edad y procedencia pero su debilidad, que transmite en cada momento, es ayudar a los niños que no tienen familia y aquellos que han sido tocados por las más crueles enfermedades y desgraciados accidentes.
Trabajó con la Madre Teresa tanto en Calcuta como en Bombay durante 15 años. Primero como Hermano y luego como Padre de la Fe Cristiana, se centró en ayudar a los más necesitados, leprosos, niños de la calle, vagabundos y excarcelados.
Pero según nos confiesa con su eterna sonrisa, su sueño era el de tener un lugar físico donde atender y acoger a estas personas. Nos dice que nunca pudo soportar ver el dolor de estas personas durmiendo y viviendo al ras del frío de la noche.
Así, poco a poco y con auténtica devoción y entrega, algunas personas creyeron en su sueño. Una de ellas fue el Arzobispo español Pedro López Quintana, Nuncio del Vaticano en India quien, entre otras muchas cosas ha conseguido y donado el centro donde hemos vivido la mayor parte de nuestra increíble jornada.
Le damos la bienvenida al centro "ANTYODAYA", el refugio y el sueño del Padre Ravi.
Son las 4:30 de la mañana y el taxi nos deposita en una de las zonas más pobres de Delhi, en la zona que da nombre la estación de Metro que divisamos en la oscuridad de la madrugada: Cachemira Gate. Es curioso el contraste entre la enorme estructura más o menos moderna de la estación de metro, de lo que nos encontramos si bajamos la mirada.
Enseguida localizamos nuestro destino. Una edificación presidida por una imagen de la Madre Teresa de Calcuta y con un gran portón. Llamamos al timbre y al cabo de un rato se oye el clásico sonido que hacen los candados al abrirse. Es un lugar donde no se descuida la seguridad. Nos abre una persona joven, con una actitud despierta, para nada común a la hora a la que nos encontramos y cuando le decimos quienes somos, sonríe y nos invita a que entremos.
Nos acompañan al piso de abajo y tras pasar varias grandes salas donde se apiñan multitud de camas, llegamos a lugar donde el padre Ravindra, junto con otros, empiezan la mañana. Una pequeña capilla adornada y presidida por un altar sobrio pero impecable.
Nos sentamos en el suelo sobre una esterilla y vivimos con interés la liturgia de una misa católica recortada por los sonidos de las personas que, tras la puerta guardaban sus historias entre los tosidos y el particular e inconfundible sonido de la miseria.
A las 6:30 de la mañana y tras acabar la oración de la mañana, el centro ya está en pleno funcionamiento y empiezan a llegar a nuestros oídos la también inconfundible melodía que nos acompañaría en toda la jornada: el ruido esperanzador de los niños.
El centro acoge a unas 70/90 personas en su mayoría niños y ancianos varones.
A las 7:30 de la mañana se sirve el desayuno en la zona exterior, que a la vez se utiliza como lugar para bañar a los más pequeños y para cortar verduras o preparar pan.
Arroz, pan y un cocido caliente de verduras es engullido por todos los pequeños antes de acudir, la mayoría, a la escuela. Hoy es un día importante porque tienen exámenes y, como es sábado, podrán ver por la noche una película en la TV.
En seguida empiezan las miradas curiosas, los acercamientos sigilosos y los primeros "Hello, Sir". Es increíble la inquietud que puedes ver tras los ojos de los niños de India, sobre todo aquellos que han tenido una infancia dura y ahora están protegidos y cuidados aquí, en este refugio de esperanza.
Cada uno de ellos guarda un secreto, una historia trágica a sus espaldas, pero durante el día nos hemos dado cuenta que aquí se olvida todo eso y se vive una realidad de alegría, juegos y enseñanza.
Como nuestro amigo Mahesh o "Handson boy" como cordialmente le llamamos. Nos mira con curiosidad y alegría mientras el Padre Ravindra le hace la cura diaria de su "herida". Este chico de unos 14 años sobrevivía sin familia en la calles de la Vieja Delhi. Gracias a la colaboración de una organización y a un innato talento para el baile, le dieron una ayuda para escolarizarlo en un centro de enseñanza donde de manera extraescolar practicaban danza. Pero el destino quiso azotarlo de nuevo y 2 meses antes de empezar en la escuela fue atropellado por un tren, que le amputó parte de la pierna derecha.
Ahora está mucho mejor, tras superar una lógica fase de infección, depresión y oscuridad. Sano, fuerte, bien alimentado y con ganas de vivir ha demostrado también tener un gran talento para la cocina y es el encargado de cortar la verdura para las comidas del centro, tarea que hace con eficacia y orgullo.
El Centro
El edificio tiene 2 pisos y 1 sótano, está bien protegido por muros alrededor, con un patio y una azotea y tiene 2 grandes salas repletas de camas ordenadas. La luz entra por 2 de los lados y comprobamos que todo está limpio, higiénico y muy ordenado.
Tras el edificio encontramos las zonas de limpieza de la ropa, una cocina sobria pero grande y limpia y la zona de servicios, que sirve también de peluquería, y zona de descanso.
Padre Ravindra, incombustible
La energía que tiene nuestro protagonista a lo largo de la jornada es increíble. Tras coordinar y servir el desayuno, comienza a organizar la logística para toda la jornada. Nos enseña el centro y nos explica las tareas que desarrollan con su equipo de voluntarios. Habla de una manera pausada pero con una sonrisa siempre presente que contrasta con su piel oscura y su mirada humilde e inquieta.
Avanzada ya la mañana y al calor del sol, le acompañamos a la azotea. Hoy toca revisión de piojos, corte de uñas, crema hidratante y loción capilar para los niños que, por diferentes razones todavía no van a la escuela.
Algunos de los más mayores ayudan incesantemente al Padre en todo el proceso de aseo y limpieza; y todas las personas del centro tienen un cometido, una responsabilidad que hacer cada día. Para el Padre Ravindra, es muy importante que las personas tengan la mente ocupada y que a la vez sean responsables únicos de algo. Esto les enseña, especialmente a los más pequeños, a asumir pequeños compromisos y ayudar a las tareas del centro.
Tras la revisión y la coordinación de ciertas labores, empieza ya a llegarnos el olor de la comida. Evidentemente las cantidades de comida que se sirven a las personas del centro obliga a tener grandes pucheros y muchas personas trabajando en ello.
Cuando hoy nos hemos sentado a comer con ellos hemos visto cómo nuestro protagonista sirve la comida con la satisfacción de aquel que le gusta lo que hace. Cuando acaba y con mirada y actitud de padre se pasea controlando que todos los niños acaban su comida y va añadiendo huevos cocidos a muchos de ellos. No sabemos cuál es su criterio para ello pero sí vemos en su mirada que está eligiendo a aquellos que necesitan un aporte extra de comida por alguna razón.
Repartiendo Salud
A las 15:00 horas, 2 de los jóvenes Hermanos del centro, Shuresh y Thomas, nos invitan a acompañarles a un lugar de las afueras donde desarrollan otro de los proyectos del Centro. Cogemos la ambulancia y nos dirigimos a una de las zonas a orillas del río Yamuna, afluente del Ganges.
En esta zona viven o mejor dicho sobreviven los vagabundos, drogadictos y enfermos de la ciudad del Delhi. 2 veces por semana, un doctor voluntario y los 2 Hermanos acuden al mismo lugar a tratar y dar medicinas a las personas que ya hacen fila alrededor de una improvisada mesa de atención primaria.
Personas de todas las edades y dolencias pasan por este improvisado consultorio. Tras una conversación con el Doctor, éste escribe una pequeña nota y se la entrega a los Hermanos que custodian 3 grandes bandejas llenas de medicamentos en forma de lociones, pastilla o pomadas.
Como ejemplo pondremos a una persona de unos 38 años que acude completamente afectada bajo los efectos del alcohol y a saber qué tipo de sustancias. Tras una conversación con el doctor, el Hermano Suresh le pone en la mano unas 20 pastillas por grupos de colores y tamaños y le explica cómo y cuando debe tomárselas. Nos preguntamos cómo se tomará este hombre los medicamentos cuando le vemos alejándose dado tumbos y hablándole a alguien que sólo existe en su imaginación. Pero por otra parte somos conscientes de que, en su realidad imaginaria, una voz le dijo que hoy debía venir aquí para recoger sus medicinas. Evidentemente se trata de la voz de la supervivencia.
De vuelta al centro
Tenemos la oportunidad de apuntarnos a la merienda con los niños y debo reconocer que una taza de té y la comida que obtenemos, tras esperar nuestro turno en la cola, saben a gloria tras el día de emociones que estábamos teniendo. De hecho, por una vez no nos importó que el guiso estuviera picante. Era pura energía.
A partir de aquí no tuvimos rendición posible. Todos los niños habían regresado de la escuela y estaban llenos de energía tras la fuerte merienda. Y como siempre, fueron implacables.
Pasamos la siguiente hora y media escuchando todo lo que nos contaban e intentaban demostrarnos esos "locos bajitos". Con inquietud y un escaso pero sorprendente inglés hablaron, cantaron, bailaron, boxearon con nosotros, nos enseñaron sus extraños juguetes. Les entregamos una caja de colores, un cuaderno y les dijimos que pintaran lo que quisieran. Como curiosidad, los dibujos que tenemos son los mismos que dibujarían los niños europeos. Montañas, el sol con su universal sonrisa, campo, árboles y una casita con un camino. Just lovely….
Para finalizar el día, acompañamos al Padre Ravindra a supervisar otro de los proyectos que desarrollan en el centro, en otra de las zonas pobres de la ciudad. Se trata del colegio Columbus. Esta escuela es una de las más grandes de Delhi y ha donado uno de los edificios del complejo para atender a indigentes, vagabundos y enfermos.
Cada día a las 19:00 horas un equipo de voluntarios da de comer a un colectivo formado por hasta 400 personas. Tras la comida, duermen en las grandes aulas del edificio en sus improvisados camastros formadas por esterillas, mantas y en algunos casos sucios edredones.
Despedida y promesa
Aquí nos despedimos del Padre Ravindra y tras entregarle, lógicamente, otra de nuestras medallas WORLDBRAND, le hicimos una promesa.
Una promesa que sólo podemos cumplir con tu ayuda.
Estimado lector, hay ocasiones en la vida en las que hay que hacer una pausa y olvidar todo el ruido y preocupaciones que inundan nuestra vida. Ocasiones en las que tenemos que escucharnos a nosotros mismos y decidir que de alguna manera debemos ayudar…. Que debemos colaborar. Que no podemos esperar más tiempo ni volver a escuchar en nuestra cabeza el " ya lo haré más adelante, éste no es un buen momento…..".
Ésta, te aseguro que merece que sea una de esas ocasiones pues lo que hemos visto y vivido ha sido la mayor prueba de amor, entrega y desinterés que pueda tener una organización y unas personas.
La ayuda que nosotros le podemos dar para que su sueño siga siendo realidad y para que Mahesh pueda volver a bailar o el ciego Balbhdoor pueda tener los más tranquilos últimos años de su vida o que la pequeña y encantadora Disha no caiga en las despiadadas manos de los abusadores de menores es lógicamente con un donativo de la cuantía que tú estimes oportuno.
Para ello, hay que ingresarlo en la cuenta la Caixa: 2100.1370.19.02001358-86 indicando vuestro nombre y Proyecto Antyodaya.
También puedes colaborar como voluntario si decides acudir a pasar una temporada a Delhi y ayudar a la gran labor que desarrollan en el centro.
Para despedirme quisiera acabar con una de mis frases favoritas, escritas antes del prólogo del libro que ha estado viniendo a mi cabeza durante todo el día, "Los Renglones Torcidos de Dios" de Torcuato Luca de Tena, pues durante la jornada hemos visto cuántas maneras tiene de manifestarse la locura, cuando es refugio de la miseria:
"La locura quizá no sea otra cosa que la verdadera inteligencia, que cansada de ver las desgracias del mundo ha optado por la inteligente manera de volverse loca."
Jesús Menéndez decidió deshacerse de las que consideraba sus tres grandes ataduras: “La de la corbata en el cuello, el reloj en la muñeca y el estrés en mi cabeza”. Por muchos años se sintió libre de verdad. En la India tuvo la oportunidad de aprender, entender y practicar de manera sincera y respetuosa religiones de las que apenas antes había oído hablar. Se relaciono con 100 familias a las que entrevisto y retrato.
Como parte de su proyecto Jesús se convirtió en la sombra del Padre Ravindra de Antyodaya Niketan durante todo un día.
Para mas información sobre Jesús y su proyecto podéis visitar su web: www.100familiasindias.com
Aquí os dejamos su vívido escrito acerca de su experiencia acerca de como es un día cualquiera en Antyodaya Niketan:
El silencio de la noche se hace eco de sonidos de hambre, enfermedad y rezos, una de las combinaciones más repetidas en las áreas más pobres de la India…. Y el frío sigue doliendo.
Podría buscar un lugar donde cobijarme entre piedras y ramas, un hueco donde acoger, con la postura más adecuada, la esperanza de que todo sea diferente el próximo día, pero no soy capaz de encontrar nada pues mis ojos están cerrados desde hace mucho tiempo con la maldición de la ceguera.
De pronto cada uno de los sentidos se distorsiona, mezclando el polvo con el hambre, el frío con el silencio y la razón se nos escapa, escribiendo la realidad de uno de esos "Renglones Torcidos de Dios".
No tiene nombre conocido, aunque le llaman Ravindra, como su actual Padre "adoptivo". Lo encontraron hace un par de meses deambulando por las vías de la estación Delhi Railways Station de la Vieja Delhi y cuando, ayudando a asearle, nos hemos imaginado la realidad de la vida desde su punto de vista, nuestras lágrimas han tomado el sabor más amargo que hemos sentido nunca.
Y así hemos querido empezar nuestro reportaje pues no hay mejor manera de que vivas con nosotros no sólo lo que hemos visto sino lo que hemos sentido acompañando durante toda una jornada a un hombre que ejemplifica de la más admirable de las maneras esas palabras que todavía todos recordamos. Fe, Esperanza y Caridad.
El Padre Ravindra, como aquí le llaman todos nació en Pune en el año 1957 y ha dedicado toda su vida, como cristiano, a ayudar a los más necesitados. Las personas a las que entrega su vida en cuerpo y espíritu son de todo tipo de edad y procedencia pero su debilidad, que transmite en cada momento, es ayudar a los niños que no tienen familia y aquellos que han sido tocados por las más crueles enfermedades y desgraciados accidentes.
Trabajó con la Madre Teresa tanto en Calcuta como en Bombay durante 15 años. Primero como Hermano y luego como Padre de la Fe Cristiana, se centró en ayudar a los más necesitados, leprosos, niños de la calle, vagabundos y excarcelados.
Pero según nos confiesa con su eterna sonrisa, su sueño era el de tener un lugar físico donde atender y acoger a estas personas. Nos dice que nunca pudo soportar ver el dolor de estas personas durmiendo y viviendo al ras del frío de la noche.
Así, poco a poco y con auténtica devoción y entrega, algunas personas creyeron en su sueño. Una de ellas fue el Arzobispo español Pedro López Quintana, Nuncio del Vaticano en India quien, entre otras muchas cosas ha conseguido y donado el centro donde hemos vivido la mayor parte de nuestra increíble jornada.
Le damos la bienvenida al centro "ANTYODAYA", el refugio y el sueño del Padre Ravi.
Son las 4:30 de la mañana y el taxi nos deposita en una de las zonas más pobres de Delhi, en la zona que da nombre la estación de Metro que divisamos en la oscuridad de la madrugada: Cachemira Gate. Es curioso el contraste entre la enorme estructura más o menos moderna de la estación de metro, de lo que nos encontramos si bajamos la mirada.
Enseguida localizamos nuestro destino. Una edificación presidida por una imagen de la Madre Teresa de Calcuta y con un gran portón. Llamamos al timbre y al cabo de un rato se oye el clásico sonido que hacen los candados al abrirse. Es un lugar donde no se descuida la seguridad. Nos abre una persona joven, con una actitud despierta, para nada común a la hora a la que nos encontramos y cuando le decimos quienes somos, sonríe y nos invita a que entremos.
Nos acompañan al piso de abajo y tras pasar varias grandes salas donde se apiñan multitud de camas, llegamos a lugar donde el padre Ravindra, junto con otros, empiezan la mañana. Una pequeña capilla adornada y presidida por un altar sobrio pero impecable.
Nos sentamos en el suelo sobre una esterilla y vivimos con interés la liturgia de una misa católica recortada por los sonidos de las personas que, tras la puerta guardaban sus historias entre los tosidos y el particular e inconfundible sonido de la miseria.
A las 6:30 de la mañana y tras acabar la oración de la mañana, el centro ya está en pleno funcionamiento y empiezan a llegar a nuestros oídos la también inconfundible melodía que nos acompañaría en toda la jornada: el ruido esperanzador de los niños.
El centro acoge a unas 70/90 personas en su mayoría niños y ancianos varones.
A las 7:30 de la mañana se sirve el desayuno en la zona exterior, que a la vez se utiliza como lugar para bañar a los más pequeños y para cortar verduras o preparar pan.
Arroz, pan y un cocido caliente de verduras es engullido por todos los pequeños antes de acudir, la mayoría, a la escuela. Hoy es un día importante porque tienen exámenes y, como es sábado, podrán ver por la noche una película en la TV.
En seguida empiezan las miradas curiosas, los acercamientos sigilosos y los primeros "Hello, Sir". Es increíble la inquietud que puedes ver tras los ojos de los niños de India, sobre todo aquellos que han tenido una infancia dura y ahora están protegidos y cuidados aquí, en este refugio de esperanza.
Cada uno de ellos guarda un secreto, una historia trágica a sus espaldas, pero durante el día nos hemos dado cuenta que aquí se olvida todo eso y se vive una realidad de alegría, juegos y enseñanza.
Como nuestro amigo Mahesh o "Handson boy" como cordialmente le llamamos. Nos mira con curiosidad y alegría mientras el Padre Ravindra le hace la cura diaria de su "herida". Este chico de unos 14 años sobrevivía sin familia en la calles de la Vieja Delhi. Gracias a la colaboración de una organización y a un innato talento para el baile, le dieron una ayuda para escolarizarlo en un centro de enseñanza donde de manera extraescolar practicaban danza. Pero el destino quiso azotarlo de nuevo y 2 meses antes de empezar en la escuela fue atropellado por un tren, que le amputó parte de la pierna derecha.
Ahora está mucho mejor, tras superar una lógica fase de infección, depresión y oscuridad. Sano, fuerte, bien alimentado y con ganas de vivir ha demostrado también tener un gran talento para la cocina y es el encargado de cortar la verdura para las comidas del centro, tarea que hace con eficacia y orgullo.
El Centro
El edificio tiene 2 pisos y 1 sótano, está bien protegido por muros alrededor, con un patio y una azotea y tiene 2 grandes salas repletas de camas ordenadas. La luz entra por 2 de los lados y comprobamos que todo está limpio, higiénico y muy ordenado.
Tras el edificio encontramos las zonas de limpieza de la ropa, una cocina sobria pero grande y limpia y la zona de servicios, que sirve también de peluquería, y zona de descanso.
Padre Ravindra, incombustible
La energía que tiene nuestro protagonista a lo largo de la jornada es increíble. Tras coordinar y servir el desayuno, comienza a organizar la logística para toda la jornada. Nos enseña el centro y nos explica las tareas que desarrollan con su equipo de voluntarios. Habla de una manera pausada pero con una sonrisa siempre presente que contrasta con su piel oscura y su mirada humilde e inquieta.
Avanzada ya la mañana y al calor del sol, le acompañamos a la azotea. Hoy toca revisión de piojos, corte de uñas, crema hidratante y loción capilar para los niños que, por diferentes razones todavía no van a la escuela.
Algunos de los más mayores ayudan incesantemente al Padre en todo el proceso de aseo y limpieza; y todas las personas del centro tienen un cometido, una responsabilidad que hacer cada día. Para el Padre Ravindra, es muy importante que las personas tengan la mente ocupada y que a la vez sean responsables únicos de algo. Esto les enseña, especialmente a los más pequeños, a asumir pequeños compromisos y ayudar a las tareas del centro.
Tras la revisión y la coordinación de ciertas labores, empieza ya a llegarnos el olor de la comida. Evidentemente las cantidades de comida que se sirven a las personas del centro obliga a tener grandes pucheros y muchas personas trabajando en ello.
Cuando hoy nos hemos sentado a comer con ellos hemos visto cómo nuestro protagonista sirve la comida con la satisfacción de aquel que le gusta lo que hace. Cuando acaba y con mirada y actitud de padre se pasea controlando que todos los niños acaban su comida y va añadiendo huevos cocidos a muchos de ellos. No sabemos cuál es su criterio para ello pero sí vemos en su mirada que está eligiendo a aquellos que necesitan un aporte extra de comida por alguna razón.
Repartiendo Salud
A las 15:00 horas, 2 de los jóvenes Hermanos del centro, Shuresh y Thomas, nos invitan a acompañarles a un lugar de las afueras donde desarrollan otro de los proyectos del Centro. Cogemos la ambulancia y nos dirigimos a una de las zonas a orillas del río Yamuna, afluente del Ganges.
En esta zona viven o mejor dicho sobreviven los vagabundos, drogadictos y enfermos de la ciudad del Delhi. 2 veces por semana, un doctor voluntario y los 2 Hermanos acuden al mismo lugar a tratar y dar medicinas a las personas que ya hacen fila alrededor de una improvisada mesa de atención primaria.
Personas de todas las edades y dolencias pasan por este improvisado consultorio. Tras una conversación con el Doctor, éste escribe una pequeña nota y se la entrega a los Hermanos que custodian 3 grandes bandejas llenas de medicamentos en forma de lociones, pastilla o pomadas.
Como ejemplo pondremos a una persona de unos 38 años que acude completamente afectada bajo los efectos del alcohol y a saber qué tipo de sustancias. Tras una conversación con el doctor, el Hermano Suresh le pone en la mano unas 20 pastillas por grupos de colores y tamaños y le explica cómo y cuando debe tomárselas. Nos preguntamos cómo se tomará este hombre los medicamentos cuando le vemos alejándose dado tumbos y hablándole a alguien que sólo existe en su imaginación. Pero por otra parte somos conscientes de que, en su realidad imaginaria, una voz le dijo que hoy debía venir aquí para recoger sus medicinas. Evidentemente se trata de la voz de la supervivencia.
De vuelta al centro
Tenemos la oportunidad de apuntarnos a la merienda con los niños y debo reconocer que una taza de té y la comida que obtenemos, tras esperar nuestro turno en la cola, saben a gloria tras el día de emociones que estábamos teniendo. De hecho, por una vez no nos importó que el guiso estuviera picante. Era pura energía.
A partir de aquí no tuvimos rendición posible. Todos los niños habían regresado de la escuela y estaban llenos de energía tras la fuerte merienda. Y como siempre, fueron implacables.
Pasamos la siguiente hora y media escuchando todo lo que nos contaban e intentaban demostrarnos esos "locos bajitos". Con inquietud y un escaso pero sorprendente inglés hablaron, cantaron, bailaron, boxearon con nosotros, nos enseñaron sus extraños juguetes. Les entregamos una caja de colores, un cuaderno y les dijimos que pintaran lo que quisieran. Como curiosidad, los dibujos que tenemos son los mismos que dibujarían los niños europeos. Montañas, el sol con su universal sonrisa, campo, árboles y una casita con un camino. Just lovely….
Para finalizar el día, acompañamos al Padre Ravindra a supervisar otro de los proyectos que desarrollan en el centro, en otra de las zonas pobres de la ciudad. Se trata del colegio Columbus. Esta escuela es una de las más grandes de Delhi y ha donado uno de los edificios del complejo para atender a indigentes, vagabundos y enfermos.
Cada día a las 19:00 horas un equipo de voluntarios da de comer a un colectivo formado por hasta 400 personas. Tras la comida, duermen en las grandes aulas del edificio en sus improvisados camastros formadas por esterillas, mantas y en algunos casos sucios edredones.
Despedida y promesa
Aquí nos despedimos del Padre Ravindra y tras entregarle, lógicamente, otra de nuestras medallas WORLDBRAND, le hicimos una promesa.
Una promesa que sólo podemos cumplir con tu ayuda.
Estimado lector, hay ocasiones en la vida en las que hay que hacer una pausa y olvidar todo el ruido y preocupaciones que inundan nuestra vida. Ocasiones en las que tenemos que escucharnos a nosotros mismos y decidir que de alguna manera debemos ayudar…. Que debemos colaborar. Que no podemos esperar más tiempo ni volver a escuchar en nuestra cabeza el " ya lo haré más adelante, éste no es un buen momento…..".
Ésta, te aseguro que merece que sea una de esas ocasiones pues lo que hemos visto y vivido ha sido la mayor prueba de amor, entrega y desinterés que pueda tener una organización y unas personas.
La ayuda que nosotros le podemos dar para que su sueño siga siendo realidad y para que Mahesh pueda volver a bailar o el ciego Balbhdoor pueda tener los más tranquilos últimos años de su vida o que la pequeña y encantadora Disha no caiga en las despiadadas manos de los abusadores de menores es lógicamente con un donativo de la cuantía que tú estimes oportuno.
Para ello, hay que ingresarlo en la cuenta la Caixa: 2100.1370.19.02001358-86 indicando vuestro nombre y Proyecto Antyodaya.
También puedes colaborar como voluntario si decides acudir a pasar una temporada a Delhi y ayudar a la gran labor que desarrollan en el centro.
Para despedirme quisiera acabar con una de mis frases favoritas, escritas antes del prólogo del libro que ha estado viniendo a mi cabeza durante todo el día, "Los Renglones Torcidos de Dios" de Torcuato Luca de Tena, pues durante la jornada hemos visto cuántas maneras tiene de manifestarse la locura, cuando es refugio de la miseria:
"La locura quizá no sea otra cosa que la verdadera inteligencia, que cansada de ver las desgracias del mundo ha optado por la inteligente manera de volverse loca."