Los Proyectos que iniciamos en Kalakar Colony
1. Campaña de erradicación de tuberculosis
La Tuberculosis se está extendiendo en los países subdesarrollados, afectando mayoritariamente a la población desnutrida y con alto riesgo de infección. Es una enfermedad grave que requiere tratamientos largos e intensivos de aproximadamente 9 meses. Si se empieza la medicación y se deja en algún momento durante el tratamiento, ya no hay nada que pueda hacerles efecto, ni la misma droga ni otras, el desenlace es la muerte. Y eso era habitual que pasara pues al cabo de 3 meses de medicación había una notable mejoría y el enfermo se sentía curado.
En Kalakar Colony se habían registrado varios casos de tuberculosis y se tenía la sospecha de que esta enfermedad iba en aumento día a día. Los síntomas son fiebre y tos expulsando un poco de sangre al expectorar. La escasa higiene del lugar, el pequeño espacio donde conviven familias enteras, el continuo contacto unas con otras, la falta de conocimiento y educación, no ayudaban a controlar la enfermedad.
Se nos ocurrió que ya que eran artistas todos ellos, podíamos convocar un concurso público para contratar al mejor grupo de cada especialidad para extender el mensaje sobre la enfermedad y que hacer en caso de sospecha, para poder curarla y erradicarla. Los grupos elegidos actuarían continuamente en distintas encrucijada y practicas del barrio, durante varias semanas, para explicar a la gente por medio de danzas, cantos, marionetas, contadores de cuentos, magos, etc. como detectarla y la gravedad de no acudir a la clínica del lugar.
La parte más difícil de todo el proyecto fue la selección de cada uno de los grupos que debían trabajar contratados durante los siguientes meses, pues el nivel de las representaciones de los actores, sus puestas en escena, los trajes preparados, etc. fueron de una calidad excelente. Nunca olvidaré ese día en el que uno tras otro nos iban deleitando con su arte, su imaginación, su buen humor, y que responsabilidad formar parte del jurado para decir quién se quedaba y quién salía.
La campaña de sensibilización fue un éxito. Tuvo su impacto desde el primer momento, empezando a atender posibles afectados en la pequeña clínica del lugar donde se les hacía las pruebas correspondientes para realizar el diagnóstico y el tratamiento correspondiente. A la clínica asistieron más de 500 personas con la sospecha de tuberculosis y a todos ellos se les realizó los análisis completos. De todos ellos dieron positivo algo más de 90.
Ahora empezaba la segunda y larga parte: el tratamiento. Conseguimos que la embajada de Dinamarca ofreciera también de forma gratuita la medicación completa para cada uno de los afectados durante los nueve meses que iba a durar el tratamiento, pero la parte más difícil para nosotros era conseguir que ninguno dejara la medicación al encontrar mejoría y consecuentemente acabara con la muerte del enfermo al hacerse entonces resistentes a la única droga que podía curarles.
Decidimos que prepararíamos algunos voluntarios locales que recibirían diariamente en la clínica a cada uno de los enfermos y le pondría el medicamento en la boca, llevando un control exhaustivo de cada uno de ellos. En caso de que no acudieran a la cita, el voluntario responsable debía desplazarse a su casa, averiguar la causa y darle la medicación.
Me consta que una vez instauramos este programa de erradicación de tuberculosis con el sistema DOT (Direct Observation Teatment), continúa estando en activo y controlando y tratando los nuevos casos que se van detectando. Si lugar a dudas lo que ahora son casos aislados se aleja mucho de las cifras a las que habrían podido llegar sin hablar de las muertes que hubieran podido ocurrir por falta de información y medicación.
2. Programa de alfabetización de la mujer adulta
En la India dicen que si educas una mujer educas una familia mientras que si educas un hombre solo educas una persona. Kalakar Colony ya había celebrado con anterioridad una campaña de alfabetización a las mujeres casadas y había sido un gran éxito de participación. Decidimos repetir el programa con 100 mujeres nuevas, las cuales debían completaran un programa de tres ciclos. En el primero les enseñaríamos a leer y escribir Hindi. En el segundo hacer cuentas básicas de sumas, restas, multiplicaciones y divisiones, aplicables a temas prácticos de su vida cotidiana. Y en el tercer nivel enseñaríamos temas de higiene y derechos sociales.
La primera sorpresa para mí fue la denominación de “mujer adulta”, pues la mayoría de mujeres enroladas en el programa no deberían tener más de 18 años, eso sí todas ellas casadas y con hijos. Incluso las había de 13 o 14 años, casadas también, incluso desde largo tiempo atrás y donde el marido simplemente esperaba que su mujer llegara a la pubertad para hacer uso del matrimonio de facto.
La mujer es una gran discriminada en la India. Cuando se casa lo hace con la familia del marido. Si de niña o joven debía obediencia absoluta a los padres; de casada la debía a los suegros, especialmente a la suegra que en muchos casos puede adoptar una actitud despótica, patrón que ella copiará a su vez con su nuera y así generación tras generación a lo largo de una secuencia interminable.
La mujer no tendrá derechos pero sí todos los deberes. No irá a la escuela o la dejará a muy temprana edad. Trabajará de sol a sol, ya desde niña cuidando a sus hermanos menores, acarreando agua, ayudando en la casa o en el campo. El nacimiento de una niña es considerada una lacra para las familias pues si desean casarla y tener una boca menos que alimentar deberán pagar una dote tan elevada y desproporcionada a sus posibilidades que ya desde el nacimiento será considerada como una carga, y en muchos casos tratada como una esclava.
Las 100 plazas se llenaron rápidamente no sin antes haber convencido a algunos de los maridos que la alfabetización solo podía beneficiar y dirigirles hacia el progreso. Les ayudaría a leer letreros, hacer cuentas correctas en el mercado, etc. Nuestro objetivo era que las participantes al programa llegaran hasta el final de los tres niveles. Para ello, cada vez que superaban el examen de cada grado les hacíamos un regalo práctico que las estimulara a seguir. Fiambreras para las principiantes, termos para el nivel medio y planchas para el último nivel.
Cuando dejé la India todavía seguía el programa de alfabetización. Alguna rezagada que empezó al principio todavía intentando seguir los niveles cada mes más difíciles. Y nuevas mujeres que empezaban el primer ciclo. Las clases se realizaban al aire libre si hacía buen tiempo, en grupos de 8 o 10 mujeres. Se reunían en los patios de sus chabolas, o en el interior de sus viviendas, cambiando de casa semanalmente. Sentadas siempre en el suelo, cual princesas, con sus coloridos saris de algodón bien conjuntados con su blusa, y llenas de joyas desde la cabeza hasta los pies. Y también a veces sus hijos menores formaban parte de la clase cuando sus madres no tenían con quién dejarlos atrás.
Desde mi primer viaje a la India, muchos años atrás, lo que quedó grabado en mi memoria, como un sello imborrable, era la elegancia y feminidad con la que las mujeres indias se erigían en pilar y fuerza motriz de la India. No importa cuál es el acontecimiento de su vida cotidiana. Se visten y engalanan como princesas tanto si están picando piedra en la carretera como si recogen la cosecha en el campo. Porte erguido, grácil, ligero, como cañas de bambú flotando en el viento.
Para los que visitáis la India y deseéis tener una experiencia real de esta sociedad, fuera de las rutas turísticas, es posible visitar Kalakar Colony como visita concertada y como una fuente más de ingresos para colaborar en sus proyectos. Más información sobre el barrio: www.kalakartrust.org
La Tuberculosis se está extendiendo en los países subdesarrollados, afectando mayoritariamente a la población desnutrida y con alto riesgo de infección. Es una enfermedad grave que requiere tratamientos largos e intensivos de aproximadamente 9 meses. Si se empieza la medicación y se deja en algún momento durante el tratamiento, ya no hay nada que pueda hacerles efecto, ni la misma droga ni otras, el desenlace es la muerte. Y eso era habitual que pasara pues al cabo de 3 meses de medicación había una notable mejoría y el enfermo se sentía curado.
En Kalakar Colony se habían registrado varios casos de tuberculosis y se tenía la sospecha de que esta enfermedad iba en aumento día a día. Los síntomas son fiebre y tos expulsando un poco de sangre al expectorar. La escasa higiene del lugar, el pequeño espacio donde conviven familias enteras, el continuo contacto unas con otras, la falta de conocimiento y educación, no ayudaban a controlar la enfermedad.
Se nos ocurrió que ya que eran artistas todos ellos, podíamos convocar un concurso público para contratar al mejor grupo de cada especialidad para extender el mensaje sobre la enfermedad y que hacer en caso de sospecha, para poder curarla y erradicarla. Los grupos elegidos actuarían continuamente en distintas encrucijada y practicas del barrio, durante varias semanas, para explicar a la gente por medio de danzas, cantos, marionetas, contadores de cuentos, magos, etc. como detectarla y la gravedad de no acudir a la clínica del lugar.
La parte más difícil de todo el proyecto fue la selección de cada uno de los grupos que debían trabajar contratados durante los siguientes meses, pues el nivel de las representaciones de los actores, sus puestas en escena, los trajes preparados, etc. fueron de una calidad excelente. Nunca olvidaré ese día en el que uno tras otro nos iban deleitando con su arte, su imaginación, su buen humor, y que responsabilidad formar parte del jurado para decir quién se quedaba y quién salía.
La campaña de sensibilización fue un éxito. Tuvo su impacto desde el primer momento, empezando a atender posibles afectados en la pequeña clínica del lugar donde se les hacía las pruebas correspondientes para realizar el diagnóstico y el tratamiento correspondiente. A la clínica asistieron más de 500 personas con la sospecha de tuberculosis y a todos ellos se les realizó los análisis completos. De todos ellos dieron positivo algo más de 90.
Ahora empezaba la segunda y larga parte: el tratamiento. Conseguimos que la embajada de Dinamarca ofreciera también de forma gratuita la medicación completa para cada uno de los afectados durante los nueve meses que iba a durar el tratamiento, pero la parte más difícil para nosotros era conseguir que ninguno dejara la medicación al encontrar mejoría y consecuentemente acabara con la muerte del enfermo al hacerse entonces resistentes a la única droga que podía curarles.
Decidimos que prepararíamos algunos voluntarios locales que recibirían diariamente en la clínica a cada uno de los enfermos y le pondría el medicamento en la boca, llevando un control exhaustivo de cada uno de ellos. En caso de que no acudieran a la cita, el voluntario responsable debía desplazarse a su casa, averiguar la causa y darle la medicación.
Me consta que una vez instauramos este programa de erradicación de tuberculosis con el sistema DOT (Direct Observation Teatment), continúa estando en activo y controlando y tratando los nuevos casos que se van detectando. Si lugar a dudas lo que ahora son casos aislados se aleja mucho de las cifras a las que habrían podido llegar sin hablar de las muertes que hubieran podido ocurrir por falta de información y medicación.
2. Programa de alfabetización de la mujer adulta
En la India dicen que si educas una mujer educas una familia mientras que si educas un hombre solo educas una persona. Kalakar Colony ya había celebrado con anterioridad una campaña de alfabetización a las mujeres casadas y había sido un gran éxito de participación. Decidimos repetir el programa con 100 mujeres nuevas, las cuales debían completaran un programa de tres ciclos. En el primero les enseñaríamos a leer y escribir Hindi. En el segundo hacer cuentas básicas de sumas, restas, multiplicaciones y divisiones, aplicables a temas prácticos de su vida cotidiana. Y en el tercer nivel enseñaríamos temas de higiene y derechos sociales.
La primera sorpresa para mí fue la denominación de “mujer adulta”, pues la mayoría de mujeres enroladas en el programa no deberían tener más de 18 años, eso sí todas ellas casadas y con hijos. Incluso las había de 13 o 14 años, casadas también, incluso desde largo tiempo atrás y donde el marido simplemente esperaba que su mujer llegara a la pubertad para hacer uso del matrimonio de facto.
La mujer es una gran discriminada en la India. Cuando se casa lo hace con la familia del marido. Si de niña o joven debía obediencia absoluta a los padres; de casada la debía a los suegros, especialmente a la suegra que en muchos casos puede adoptar una actitud despótica, patrón que ella copiará a su vez con su nuera y así generación tras generación a lo largo de una secuencia interminable.
La mujer no tendrá derechos pero sí todos los deberes. No irá a la escuela o la dejará a muy temprana edad. Trabajará de sol a sol, ya desde niña cuidando a sus hermanos menores, acarreando agua, ayudando en la casa o en el campo. El nacimiento de una niña es considerada una lacra para las familias pues si desean casarla y tener una boca menos que alimentar deberán pagar una dote tan elevada y desproporcionada a sus posibilidades que ya desde el nacimiento será considerada como una carga, y en muchos casos tratada como una esclava.
Las 100 plazas se llenaron rápidamente no sin antes haber convencido a algunos de los maridos que la alfabetización solo podía beneficiar y dirigirles hacia el progreso. Les ayudaría a leer letreros, hacer cuentas correctas en el mercado, etc. Nuestro objetivo era que las participantes al programa llegaran hasta el final de los tres niveles. Para ello, cada vez que superaban el examen de cada grado les hacíamos un regalo práctico que las estimulara a seguir. Fiambreras para las principiantes, termos para el nivel medio y planchas para el último nivel.
Cuando dejé la India todavía seguía el programa de alfabetización. Alguna rezagada que empezó al principio todavía intentando seguir los niveles cada mes más difíciles. Y nuevas mujeres que empezaban el primer ciclo. Las clases se realizaban al aire libre si hacía buen tiempo, en grupos de 8 o 10 mujeres. Se reunían en los patios de sus chabolas, o en el interior de sus viviendas, cambiando de casa semanalmente. Sentadas siempre en el suelo, cual princesas, con sus coloridos saris de algodón bien conjuntados con su blusa, y llenas de joyas desde la cabeza hasta los pies. Y también a veces sus hijos menores formaban parte de la clase cuando sus madres no tenían con quién dejarlos atrás.
Desde mi primer viaje a la India, muchos años atrás, lo que quedó grabado en mi memoria, como un sello imborrable, era la elegancia y feminidad con la que las mujeres indias se erigían en pilar y fuerza motriz de la India. No importa cuál es el acontecimiento de su vida cotidiana. Se visten y engalanan como princesas tanto si están picando piedra en la carretera como si recogen la cosecha en el campo. Porte erguido, grácil, ligero, como cañas de bambú flotando en el viento.
Para los que visitáis la India y deseéis tener una experiencia real de esta sociedad, fuera de las rutas turísticas, es posible visitar Kalakar Colony como visita concertada y como una fuente más de ingresos para colaborar en sus proyectos. Más información sobre el barrio: www.kalakartrust.org